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domingo, 24 de abril de 2011

7. De amistad al amor.

"Tu me enseñas que, se puede querer, lo que no ves..." Estaba encima de mi cama, escuchando Pol 3.14. No se me ocurría otra cosa que hacer para olvidarme del tema... Todo me recuerda a él. Mateo, el que es guapo, el que es simpático, el que está atento, el que... El supuesto rollo de mi amiga Mireia. La última idea, me sobresaltó. ¿Qué estoy haciendo? Yo, una chica nueva, viene a un instituto, hace amigos, y se enamora del rollo de la amiga que llevaba ya mucho tiempo... Me parece un poco egoísta. Tengo que olvidarme de él como sea.
Pero no creo que sea fácil... Lo tengo que ver todos los días en el colegio y luego, forma parte de mi grupo de amigos... Pff, no se que hacer. No sé si pasar de él, haciendome daño o ir a por él, vale, alomejor vale la pena, pero... haría daño a Mireia. Y no sé que es peor.
Y de pronto, un ruido inopurtuno, se cruzó con mis pensamientos: El móvil. Quién será ahora... Ah, Elisa.
-¿Si?
-Leire, a las seis en punto en la rotonda del colegio. Estan allí todos. No espero un no por respuesta. Y... ¡No tardes!
-¡Elisa espera!
Demasiado tarde. Elisa ya ha colado. Ella es así... Pero es mi amiga, y la quiero. Pero... ¿qué se refiere a "todos"? Pf... Si, lo sé estará Mateo. Ah, Mateo... Bueno no le voy a dar más vueltas, si pasa pues pasó y punto. Nadie puede ganar a mis sentimientos... O eso creo.
Abro el armario. Y ahora ¿qué me pongo?
Después de varios intentos, opto por ponerme un top chulísimo que me compré en Maiami, y unos shorts. Para que complicarse la vida... Así, voy bien.
Cojo el móvil, las llaves y la cartera y los meto en el bolso. Ahora sí. Sólo me falta salir por esa puerta... Y que pase lo que tenga que pasar.

En quince minutos ya me encontraba en la rotonda del colegio. Revisé uno a uno las personas que se encontraban allí: Elisa, Mireia, Mateo y Álex. Los de siempre: mis amigos.
-Hola a todos.
-¡Hola Leire!
-Bueno Elisa, ¿a dónde vamos?
-Bueno, había pensado en ir al prado de las margaritas. Tranquilos, lo tengo todo preparado: La merienda, radio... Nos vamos ya.
Guau, Elisa siempre está en todo. Algunas veces me impresiona.
Todos se pusieron a coger sus respectivos vehículos: Elisa su microcoche azul celeste, Álex con su Honda negra, Mirea su microcoche plateado y Mateo, su Vespa azul oscuro. Yo, opté por irme al microcoche de Elisa.
Estaba ya dentro del coche. Elisa arrancó.
-Leire, tengo que decirte algo.
-Dime
-Le gustas a Mateo.
¿Qué? ¿Precisamente ahora Elisa? Que oportuna... Justo cuándo desaparecía poco a poco de mis pensamientos.
-¿Qué? Pero si Mireia y él tenían rollo o algo ¿no?
-Si, bueno, pero ahora a Mireia se le ve con otro chico.
-Ya, bueno, pero no voy a ser el segundo plato de nadie.
-Leire, a Mateo le gustas desde que aparecistes en el instituto... Cuando aún estaba con Mireia.
-No sé que pensar Elisa. Dejémoslo.
No se oyó palabra desde mi última intervención. Hasta me sentí mal. Pero ya, habíamos llegado.
El prado era precioso. Tenía hierba por un lado y por el otro se encontraba un pequeño bosque. El resto era campo.
-¡Guau! ¿De qué conoces esto Elisa?
-Bueno antes iba aquí cuando era pequeña.
-Es precioso.
Y si que lo era. Hermoso. Elisa sacó las cosas y puso la radio a todo volumen. Todos empezaron a bailar como locos, menos Mateo, que se me acercó.
-Ven.
Me cogió de la mano y me llevó hasta el bosque. Los demás no se dieron cuenta, estaban demasiado concetrados en la música.
-¿A dónde vamos?
-Es una sorpresa.
Y me coge más fuerte de la mano, y me rio. Y soy feliz. Y noto en sus ojos la misma felicidad.
-Hemos llegado.
-Dios... Es precioso.
Mateo me llevó hasta una cascada cercana, dónde se encontraba un pequeño lago, en cuya orilla habían pequeñas margaritas.
Mateo se tumbó en el suelo. Yo lo imité.
-Me alegro estar aquí con tigo...
Se me encogió el corazón. No sabía que decir.
-Yo... Yo también.
Mateo se rió
-¿Sabes...? Nunca he tenido el valor de decirte algo.
-Todavía estás a tiempo... Dime.
Estaba nerviosa. El corazón me iba a mil.
-Pues qué... Te quiero Leire, quiero estar con tigo.
Me quedé sin palabras. Y sentía cada vez más su aliento, su rostro se acercaba al mío poco a poco... Y ocurrió. Nos besamos. Un beso largo y al mismo tiempo corto, un beso frío y al mismo tiempo caliente... Era fántastico, íncreible. Y yo soy feliz. Y ya estaba segura de lo que sentía. Ya no me importaba nada, ni las circustancias, ni miedo... Sólo disfrutaba. Y no exístian problemas.
Luego, nos separamos poco a poco. Todavía podía sentir sus labios contra los míos.
Y me cogió de la mano... Y yo le abracé. Por que en algunos casos, es mejor que los gestos interpreten mejor que las palabras.